Habitar un espacio donde germine la ausencia, como germina la noche en las escondidas estancias del día. Levantar con manos de viento, amontonando nubes y silencios, una barricada ante el vértigo de las horas, un refugio para el alma: un instante infranqueable. Y contemplar la eternidad que duerme en el quieto corazón de los objetos con una mirada que borre, como una fina lluvia de días y horizontes, el falso nombre de las cosas para que, ligeras, se eleven sobre la materia
como una oración al vacío. |
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